domingo

Mi columna de hoy 29/09/2013 en el diario El Nacional(publico el último Domingo de cada mes)


COCINANDO EN VOZ ALTA
@nunezalonso
El oscuro fin del fuego (II)
En nuestra columna anterior indagábamos sobre las relaciones entre cocina y poder y cómo tras el acto culinario a veces se oculta el deseo de control. Para seguir pensando en este tema conviene revisar brevemente la biografía de dos cocineros que han alcanzado altas posiciones en la sociedad gracias a su oficio.
En su casi infinito y único mundo de posibilidades, la cocina no sólo puede convertirse en un elemento de inserción y movilización social, sino que incluso abona el terreno para que seres venidos de  situaciones de profunda desventaja social y económica logren posiciones de influencia política. Este fue el caso de Antonin Carême (c.1783- 1833), quien vivió una asombrosa historia al transformarse de niño de la calle a chef privado de algunos de los hombres más poderosos de su tiempo (entre otros: el príncipe Talleyrand, el rey Jorge IV, el emperador Napoleón y Alejandro I, el Zar de “La guerra y la paz” de Tolstoi) Antonin Carême siempre estuvo al servicio del poder de turno. Su sapiencia culinaria, unida a la experiencia como estrategas de los patronos a quienes sirvió, podría dar cuenta de uno de los más notables casos de aquello que el historiador José Rafael Lovera ha llamado “política del convite”, que no es más que el logro de pactos y alianzas con la ventaja que da el tener al otro ablandado  y rendido en su espíritu por el placer gastronómico ofrecido.
Era tal la importancia estratégica dada a la cocina de Carême, que durante la gran repartición de Europa que fue el Congreso de Viena, el Primer Ministro Talleyrand exigía al senado francés “mas cazuelas y menos instrucciones”. Por cierto, fue este mismo estadista quien unos años antes había disculpado  al eximio chef  por el hecho de no descubrir su cabeza ante el Zar de Rusia, presentándolo con estas palabras: “Majestad, él es la Cocina”. El llamado “rey de los cocineros y cocinero de los reyes” entendió tan cabalmente su rol en las conexiones existentes entre el placer gastronómico y los logros del gobierno al que servía, que  alguna vez asentó en su diario: “Mi cocina fue el ejército de avance de la diplomacia francesa”
Casi doscientos años después, en Septiembre de 2013,  en el alguna vez llamado “Nuevo Mundo”, un cocinero es distinguido con el galardón al mejor restaurant de América Latina. El premio es organizado por un poderoso conglomerado de empresas transnacionales; el chef es Gastón Acurio, una de las personalidades mas influyentes en Perú y el restaurant es “Astrid y Gastón”, en la ciudad de Lima. En su caso se podría hablar del reconocimiento dado no sólo a un restaurant, su comida y su servicio sino también al de toda una carrera profesional de muchos años en la que Gastón ha logrado incluir a Perú, cual marca comercial, en la lista del turismo gastronómico internacional que busca ávidamente los mejores lugares del mundo para comer. Este  fenómeno de reconocimiento  internacional pareciera traer atado una consecuente carga ideológica de nacionalismo, orgullo y autoestima colectiva en el que complicados procesos de cultura de las masas funcionan como proyecciones de deseos y necesidades individuales. Indudablemente podría tratarse de una poderosa arma política en la que la diplomacia gastronómica actúa esta vez fronteras adentro y no pretende anexar territorios, como en los tiempos de Carême, sino conciencias y –por qué no- votos.
En Lima, durante la reciente premiación y haciendo público un rumor ya no tan nuevo, se escucharon eufóricos gritos que proclamaban a Gastón para presidente de Perú. Será esto algún día posible? Qun sabe…la cocina y sus placeres proporcionan la magia del carisma y el poder.