domingo

Mi 1era columna en el diario El Nacional. 25 de Agosto 2013


COCINANDO EN VOZ ALTA
@nunezalonso
El oscuro fin del fuego
Comencemos esta primera columna de entrega mensual con una pregunta, la primera que debería hacerse todo cocinero: por qué cocinar? Además de la obviedad de la necesidad de supervivencia, tratemos de contestarnos yendo un poco mas allá. Faustino Cordón dijo que "cocinar hace al hombre" y toda la escuela de antropólogos post-estructuralistas sostenía que era la facultad de cocinar y no la de hablar la que nos hacía "sapiens". Muy bien, así que de ser esto cierto y ya saldada nuestra deuda evolutiva al quedar demostrado durante unos cuantos siglos que "cocino, luego existo (como Hombre)" podríamos darnos a la tarea (o más bien quitarnos otra) de simplemente alimentarnos con un poco de carne cruda y algunas hierbas: asistiríamos así a la apoteósis del carpaccio y del salad bar! (y seguramente habría muchas menos peleas entre apasionados chefs idealistas y empresarios obsesionados por el tan necesario "retorno de inversión" ).
Por otro lado, la negación deliberada de la cocina, a la vez que camino de “des-civilización”, sería también el comienzo de la anheladamente posmoderna vuelta a la naturaleza: si quisiéramos desmontar el caos del mundo industrial para que no se hagan realidad las más temidas visiones distópicas que Hollywood  nos pueda hacer temer, entonces no deberíamos preocuparnos tanto de la capa de ozono, ni de los vegetales transgénicos, sino mas bien de dejar de cocinar, que a fin de cuentas fue por donde empezó todo, o no?
Pero no nos desviemos y volvamos a la pregunta: por qué obstinarnos, como raza, en un nasi-goreng, un coq au vin o una hallaca, lo mismo da. Por qué complicarlo todo de tal manera? A ver: tratemos de contestarnos brevemente. Por un lado, los cocineros deseamos servir y agradar por medio de la seducción del comensal, pero con qué oculto fin? Por qué o para qué seducimos?....Por otro lado está el deseo de placer y su eterna necesidad de satisfaccion. Levy-Strauss, hombre que inevitable y lógicamente pasó del estudio de la linguística al del paladar,   en su famoso triángulo culinario nos aclaró cómo el ser humano emergió al pasar “de lo crudo a lo cocido”. Indudablemente, en cierto momento de este camino un grupo de antepasados descubrió cuán agradable y fácil de comer resultaba la carne de algún animal chamuscada  por un rayo fortuito, lo que hizo que se deseara manejar el fuego a voluntad.
Deseo, placer, seducción, fuego, control: se va aquí delimitando el territorio de la cocina y sus sistemas de relaciones.  La facultad de satisfacer una necesidad básica de manera encantadora gracias a que se manejan a voluntad las variables para ese fin crea una indudable fuente de poder. Enunciar un discurso culinario coherente (que hoy en día, en el mundo industrializado del branding y el mercadeo no necesariamente significa cocinar bien) es PODER que se sirve de la seducción y el halago al comensal. Y es que a fin de cuentas: el ejercicio del poder,así como la comida, por disimulado o rebuscada que sean, no esconden más que una obviedad: el condenado deseo de sobrevivir.
En nuestra próxima columna recordaremos la biografia de algunos cocineros, así como sus estrategias para alcanzar ese monstruo anhelado del poder.